HONORES A LA INFLUENCIA FRANCESA
LA RED DE INSTITUCIONES LARENSES...
¡EN ACCIÓN!
EL IMPULSO 15-7-15.
Honores a la
influencia francesa
Escrito por DPT Foto:
Ivan Piña
Julio 15, 2015
La trascendencia de
Francia en los ámbitos políticos, culturales, literarios y sociales fue
recordada en el conversatorio titulado Influencia de Francia en Venezuela en el
siglo 18. La actividad fue promovida por la Alianza Francesa en conjunto con la
Red de Instituciones Larense, Proinlara, Colegio de Abogados, Fundasab y la Fundación
Amigos de Barquisimeto en conmemoración al Día de Francia.
Los reconocidos
historiadores y especialistas Reinaldo Rojas, Freddy Castillo y Oscar Hernández
fueron los panelistas invitados para el evento que se desarrolló en los
espacios del Centro de Historia Larense.
Los ponentes
disertaron en la influencia del código napoleónico en la jurisprudencia
venezolana; la escuela médica francesa y la escuela médica venezolana; el
desarrollo educativo en Venezuela por la llegada de las congregaciones religiosas
de San José de Tarbes y hermanos de Juan Bautista De La Salle; y la influencia
de la literatura y las artes francesa en la Nación.
Francisco Blavia,
presidente de la Alianza Francesa de Barquisimeto, indicó que este evento se
realiza con motivo de recordar la historia determinante entre Francia y
Venezuela, además de recordar los principios ideológicos de la revolución
francesa: Igualdad, Fraternidad y Libertad.
"Resaltamos la
Historia de este país y actuación determinante para la independencia de Venezuela,
que incluso inspiró a héroes independentistas como Simón Bolívar y Francisco de
Miranda, este último es reconocido como el único latinoamericano con su
apellido tallado en el Arco del Triunfo, en París”.
En tanto, Freddy
Castillo, coordinador de la comisión que dirige el Centro de Historia Larense,
disertó sobre la influencia literaria de Francia en Venezuela. Indicó que el
país europeo fue fecundante de escritores venezolanos motivados por la
generación parnasiana y modernista, este último movimiento tuvo como máximo
representante a Rubén Darío. Considera que esta influencia ha sido la más
importante, incluso por encima de España.
Por su parte,
Maximiliano Pérez, coordinador de la Red de Instituciones Larenses, rememoró
que el país europeo llevó la primera planta de café a tierras americanas,
específicamente a la isla de Martinica, donde Gabriel Clieu trajo en 1714
inició un sistema productivo que ha sido la subsistencia de 20 millones de
familias en Latinoamérica.
EXTRACTO DE:
"Tertulias de café"
Maximiliano
Pérez A.
El café “siempre”
debe ser…
Negro como el
diablo
Caliente
como el infierno
Puro como un ángel
Suave
como el amor…
Charles Maurice de Talleyrand.
“Hablar de café en Europa es también hacerlo de
una bebida social y socializante, es parte taxativa de la democracia de ese
Continente, porque es una infusión que no distingue clases, es estimulante
para el que hace trabajos intelectuales y para aquellos que utilizan su
fuerza, no se entendería la Europa moderna sin café, sin los cafés y su
influencia en su historia.
Esta pócima siempre ha tenido algo de clandestina
porque al aroma de sus humeantes tazas se han tramado acciones en defensa de
la libertad y de la democracia; se ha planificado la defensa de la verdad, de
la justicia honesta; ha servido de estímulo a nobeles estudiantes,
experimentados científicos, de grandes ideas, para el cansado obrero en la
búsqueda de prosperidad; inspiración y/o excitación en las mentes de poetas,
novelistas y escritores en general; Intermediario de grandes negocios; guía de
históricas tomas de decisiones pero, el mal también existe y por eso las
sombras lo han utilizado haciéndolo cómplice de ruindades que, por las
bondades de tan excelsa bebida, no merecen nombrarlas.
Es muy difícil aseverar quien fue el primero en
llevar a Europa a la “Semilla que Cambió al Mundo” como
la definió Marx Pendergrast en su magna obra. Existen múltiples indicios que
parecen demostrar los diferentes
lugares del Continente que tienen la posibilidad de patentar la autoría de su
difusión. El café estaba predestinado a formar parte de la cultura europea y
también de la americana..
Las investigaciones indican que fue un médico,
naturista alemán llamado Leonardo Rauwolf; quien salió de Augsburgo
(Alemania) el 18 de mayo de 1.573, llegando a Alepo (Siria) en noviembre de ese
año, regresando el 12 de febrero de 1.576 e hizo referencia al café, denominándole
Chaube, en el capítulo VIII de un libro que publicó, en 1.583, en Francia.
Refiriéndose a aquellas lejanas tierras escribió:
“¡Tienen una bebida que llaman “Chaube” que es
casi tan negra como la tinta, muy buena para la enfermedad, sobre todo para
el estómago, de la que beben por la mañana temprano en lugares abiertos a
todo el mundo, servido en tazas de China, tan caliente como es posible!”.
A los que gustaba el café y de él eran entendidos, distinguían su
calidad y tenían preferencia por el que provenía de Moka ya que estimaban que
era el original y el mejor, lo preferían por su aroma y sabor, por crecer en
clima seco, siendo el mejor de todos el que se cosechaba en las faldas de las
montañas y en terrenos pedregosos.
Tres debidas no alcohólicas llegaron a Europa en
menos de dos siglos y las tres por separado o en conjunto hicieron que las
costumbres y los hábitos de los habitantes del planeta cambiaran para
siempre. Me refiero al cacao, que llegó a Europa de la mano de los españoles
a partir del año 1.528, el té que llegó en 1.610 y que fue llevado por los
holandeses y sólo cinco años más tarde los venecianos, en 1.615, llevaron el
tan preciado, protagonista de romances, conflictos, acuerdos, peregrinas
aventuras… y de tertulias.
La historia del café es una lenta progresión de
las plantaciones como consecuencia de un comercio basado en el monopolio que
mantenían en Arabia, la cual prohibía la exportación de la semilla del cafeto
que no estuviera sometida a la previa torrefacción. Era y es imposible
vigilar y registrar a los miles de peregrinos que llegaban a la Meca, y eso
hizo que un hombre llamado Baba Budan, a principios del siglo XV, sacara las
primeras semillas de café no torrefactas y la plantara en las proximidades de
su cabaña en las montañas de Mysore, en un poblado llamado Chik-Maglur, Los
comerciantes europeos tuvieron conocimiento de la nueva planta y de la bebida
que procedía de ella y en el año 1.658 los holandeses consiguieron llevar con
éxito esta planta a Ceilán donde iniciaron exitosamente su cultivo. También
los franceses lo intentaron en Dijon en el año 1.679 pero fracasaron. Fue en
el año 1.706 cuando comienza la historia del café en Europa ya que se trajo
con éxito la planta para el Jardín Botánico de Ámsterdam y desde allí fue
exportada a los otros jardines botánicos europeos y posteriormente a América.
Siendo determinante la influencia de Holanda,
Italia y Francia en la historia del café, muy especialmente la de Francia en
la propagación del café en América.
Fueron varios los intentos de traer la planta a
las Antillas y todos fueron infructuosos
ya que parecía que la aclimatación del cafeto en
Paris hacía que todos los esquejes se
murieran en el camino, debe de tenerse en cuenta
que los viajes podían tardar entre dos
y seis
meses y el clima marino es muy perjudicial para la planta. Pero un joven
normando
llamado Gabriel de Clieu, capitán en la Marina de Martinica en una estancia
en París
se le ocurrió la idea de llevarse una plántula a su plantación en esa isla.
La tarea
le resultó muy difícil ya que estaba prohibido por parte del gobierno francés
el sacar de aquel país, esquejes de la planta,
pero tras la mediación del médico real,
de apellido Chirac, se pudo conseguir. La planta
embarcó en el puerto de Nantes en
1.723 y el capitán Clieu situó a la planta en la
cubierta del barco dentro de una caja de madera cuya tapa era de cristal con
la finalidad de que le llegaran los rayos de sol y mantuviera el máximo el
calor.
La planta corrió toda clase de peligros que
fueron narrados por el mismo capitán Clieu y publicados en 1.774 en Annés
Littéraire.
“Sería inútil contar con detalles los infinitos
cuidados que he necesitado otorgar a esta delicada planta, durante el largo
viaje, y las dificultades y vigilancia que le he dedicado para evitar que un
hombre envidioso la destrozara”,
refiriéndose a uno de los pasajeros del barco que quería tener la gloria de
ser el primero en llevar la planta al nuevo mundo.
De todo pasó en este largo viaje, desde
tempestades a estados de mar en calma, siendo lo más desesperante, que hizo
que escaseara el agua a bordo y lo cuenta de la siguiente manera: “El
agua escaseaba de tal manera que durante más de un mes me vi obligado a
compartir con la planta mi escasa ración. Llegó un momento en que sentí una
pena infinita ante mi impotencia para proteger aquel tallo fino y delicado
como el de un clavel”.
También la planta escapó de ser destrozada por
parte de un corsario tunecino que acechaba al barco pero que pudieron burlar
de noche.
Al fin llegó la planta a Martinica pero no por
eso se terminaron los contratiempos. Clieu la plantó en su finca de Prêcheur
y de lo cual contó: “Al llegar a casa, mi primera preocupación fue de
trasplantar el arbolito en la parte más favorable de mi jardín. Tuve que
vigilarlo constantemente, ya que querían arrebatármelo, hasta que, al final,
me vi obligado a rodearlo de una cerca de espinos y establecer una vigilancia
permanente hasta su madurez”.
La primera cosecha fue muy satisfactoria y fue
recogida en el año 1.726 y narra los resultados: “El éxito sobrepasó
mis mayores esperanzas. Recogí sobre dos libras de semilla, que distribuí
entre todos, quienes, según mi opinión, dedicarían todo lo necesario al
desarrollo de la planta”.
Con la segunda cosecha ya fue posible extender el
cultivo que también estuvo lleno de curiosidades, ya que una tempestad arrasó
las plantas de cacao de la isla, la principal fuente de ingresos de sus
habitantes, y como consecuencia se probó el nuevo cultivo con éxito.
En el año 1.777 había en la isla más de dieciocho
millones de arbustos de café lo que hizo que su cultivo se expandiera a las
otras islas cercanas, Santo Domingo y Guadalupe, y de aquí, viendo las otras
potencias colonizadoras el gran negocio que suponía dichas plantaciones, pasó
a otras partes del continente americano.
Las plantaciones de Brasil las iniciaron los
portugueses en las regiones de Pará y Amazonas con plantas de sus posesiones
de Goa; después de una romántica leyenda entre Francisco de Melo Paleta y la
esposa del gobernador de la Guyana Holandesa. Francisco de Melo Paleta había
sido solicitado como mediador imparcial en un problema limítrofe entre la
Guyana Francesa y la Guyana Holandesa.
Los ingleses la llevaron el café a Jamaica en
1.730 y en 1.740 los misioneros españoles llevaron el cultivo a Filipinas con
plantas procedentes de Java.
Con esquejes de Santo Domingo el español José
Antonio Gelabert hizo las primeras plantaciones en Cuba sobre el año 1.750 y
de aquí las llevaron a Costa Rica en 1.779.
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Las
investigaciones sobre la historia del capitán Clieu, sobre si murió rico como consecuencia de su
gran visión en los negocios del café han llevado los estudios al libro titulado
Historia de la Martinica, escrita por Sidney Daney, en él, se cuenta que murió
pobre, en San Pierre en el año 1.797, algo que se repite con frecuencia en la
historia de la humanidad; los precursores, los atrevidos, los héroes generalmente
mueren olvidados.
Sólo queda
constancia de esta gran gesta en el Jardín Botánico de Fort France en un
monumento dedicado al primer caficultor americano en 1.918, en el cual se lee
la siguiente inscripción:
“A
quien durante tanto tiempo hemos relegado al olvido”.
Se cuenta
que, antes del viaje de la planta de café a la América, el Papa Clemente VII
decidió probar esa bebida que se intentaba prohibir por ser vicio de los
musulmanes, los sacerdotes le decían que:
“El café era una invención de Satanás, una
trampa del diablo, y que los cristianos
corrían el riesgo de caer en ella perdiendo su alma”.
En apoyo
de aquello argumentaban que el demonio había prohibido el vino a sus seguidores
porque era santificado por Cristo y era utilizado en la sagrada comunión, y en
su sustitución les había dado esta diabólica mezcolanza negra, que ellos llaman
café.
El Papa,
Clemente VII, instado por la curiosidad, decidió investigar, e hizo que le
sirvieran una taza y tras saborearla, dijo:
“Esta bebida de Satanás es tan
deliciosa, que sería una lástima dejar a los infieles la exclusividad de su
uso. Vamos a chasquear a Satanás bautizándola y así haremos de ella una bebida
auténticamente cristiana.”
A principios del siglo XVIII el consumo de café, era
tan común en Francia, que el Rey decidió fomentar su cultivo en sus dominios insulares del Caribe, para
evitar el consumo del grano procedente de otros países. Se cree que la
introducción de este cultivo en América data de 1.714, en la Guayana Holandesa.
Las plantaciones en Martinica se iniciaron en 1.723, de donde la simiente pasó
a Jamaica, Guadalupe y Cayena. Ya en 1.732, Jamaica exportaba importantes
cantidades de café.
De la Martinica francesa emigró a los dominios
insulares españoles en el Caribe: Santo Domingo, Puerto Rico y más tarde a
Cuba.
En 1.730 fue introducido en la región del Orinoco
por las misiones religiosas establecidas allí, citándole el sacerdote Joseph
Gumilla, quien escribió, en el año 1.741, en su magna obra “EL ORINOCO ILUSTRADO”:
“Entre las producciones recogidas
en las proximidades del gran río: «El café, fruto tan apreciable, yo mismo hice
la prueba, le sembré y creció de modo que se vio ser aquella tierra muy a
propósito para dar copiosas cosechas de este fruto».
El café había llegado a tierra firme americana… a
Venezuela; el segundo producto lícito de mayor comercialización en el mundo
pero, el que es el primero en influencia en los ámbitos políticos, ecológicos,
sociales, económicos, culturales y turísticos.
Antiguamente se decía que el café ponía y tumbaba
gobiernos; en Brasil, el dictador Getulio Vargas, se suicidó ante la caída de
los precios de café, dejando una nota en la cual decía: “Ya que no puedo
satisfacer las necesidades de mi pueblo… le doy mi sangre”.
Los caficultores eran denominados como: “Los
guardianes gratuitos del ambiente”. Porque a través de sus cultivos protegían
las nacientes de aguas dulce y… producían oxígeno.
La caficultura es un cultivo al cual se dedican
familias enteras, siendo tradición el ver, sobre todo en tiempo de cosecha, a
niños de 4 y 5 años salir, temprano, a veces a oscuras, en las frías mañanas, a
trabajar en compañía de sus padres, tíos y/o de sus abuelos.
Son más de cincuenta millones, las familias
esparcidas en la zona ecuatorial; las que cultivan las plantas que producen las
semillas de donde se extrae el más fabuloso brebaje jamás conocido. Hemos
calculado que en América, gracias a aquel olvidado capitán francés. Más de 20
millones de familias, ancestralmente, han hecho del café el único medio con el
cual han obtenido los ingresos necesarios para satisfacer sus necesidades
generando trabajo, puesto que, su cultivo en la mayoría de las plantaciones,
depende de la mano de obra en él empleada, e integrando a una clase social
prospera en la cual se ha sostenido la economía de la mayoría de los países
Latinoamericanos, conformando la cultura de estos pueblos al cultivar sus
plantas y manteniendo la tradición del consumo de una semilla que ha aportado
incuantificables beneficios farmacológicos a la humanidad y ha embellecido
paisajes y preservado la denominada industria sin chimeneas.
En Venezuela para el año 1.998 éramos más de 85.000
las familias que producíamos al mejor café del mundo; abastecíamos al país y lo
exportábamos a torrefactoras como la Arco de Alemania, que tenía un café cuya
marca era “CAFÉ VENEZUELA”Y, SU
SLOGAN: “CAFÉ 100% LAVADO FINO-CAFÉ CON CULTURA”
Son tantos los relatos que se pueden hacer del café
como grande es la deuda que la América toda tiene con la República de Francia y
por ende con el capitán Clieu. Hay quien asevera que los Estados Unidos de
América ganaron la guerra fundamentalmente por poseer el Jeep y… Por haber
logrado suministrar café a sus tropas.
Las siembras prosperaron por aquella zona del Río
Orinoco y otras vecinas pertenecientes a las antiguas gobernaciones españolas
que en el siglo XIX integraron la República de Venezuela. Se extendieron a la
gobernación de Caracas hacia el año de 1.740, según la «Relación» de Miguel de
Santisteban quien vio cultivos de café en Coro en esa fecha, y en 1755, consta
en los libros de la Real Hacienda la exportación por La Guaira de 156 libras de
café con destino a Cádiz, la primera de que tenemos noticia, en nave de la
Compañía Guipuzcoana. Esta pequeña carga pertenecía «a mercaderes de la ciudad»
y sirve de evidencia de que ya había cultivos de cierta consideración. Esta vez
fue evaluado el café en 4 reales (medio peso) la libra, o sea a razón de 50
pesos el quintal, una estimación extraordinariamente elevada, superior más de 3
veces al precio, para entonces, del cacao. Hacia 1.764 las exportaciones ya
eran importantes, pues Joseph Luis Cisneros cita al café entre los productos
que se recogían en la gobernación de Venezuela, aportando en su breve texto la
noticia de que «En Nirgua se daba muy bueno y lo estiman mucho los extranjeros...»,
frase con la cual da a entender que ya en esa fecha se extendía hacia otros
dominios. Otra exportación por La Guaira fue registrada en 1.755 según asiento
en los libros de la Real Hacienda de ese año, en nave también de la Compañía
Guipuzcoana: 4 quintales para España y otros 4 para Santo Domingo, en total 800
libras. Era por entonces notorio, y en vía de ascenso, el consumo del grano
cosechado en las regiones de Aragua y Valencia y en las inmediaciones
montañosas de Caracas, pues el volumen de las exportaciones regulares que se
registraron a partir de 1.785 hacia España y sus dominios y las colonias
extranjeras, añadidas al consumo interior, son evidencias del desarrollo de las
plantaciones. También en Cumaná y Río Caribe había cultivos en 1.776. Por
Maracaibo se registró en 1.778, una exportación de 455 libras y en 1.784, el
gobernador de esa provincia solicitó providencias para el fomento del cultivo
del café en esa jurisdicción, y que mucha gente se ocupase en descascararlo.
España trató de estimular los cultivos cafetaleros
en sus dominios americanos, a partir de mediados del siglo XVIII. En 1.748 fue
introducido el café en Cuba, y para incrementar las plantaciones en todas las
islas del Caribe hispano, con el objeto de colocarlas en condiciones de
competir con la producción de las de Francia…
Así se hilvanan las leyendas y se hacen historia a
través de las “Tertulias”, en
los cafés, como El Café de Procopio”, en
Paris, el más antiguo del mundo y donde se asevera que fue gestada la
Revolución francesa, no es difícil
imaginar a Gabriel García Márquez, El Gabo, escribiendo sus notas en una
servilleta del “Café La Habana”, en
ciudad de Méjico, donde también se cuenta que se reunía Fidel Castro y El Che
Guevara para planificar la Revolución Cubana; sin olvidar al “Café La Francia”, ubicado en la
carrera 19, esquina calle 25, de esta ciudad de Barquisimeto, capital del
estado PRIMER PRODUCTOR DE CAFÉ DEL PAÍS, eran y son sitios de reunión
históricos algunos abastecidos por manos laboriosas de nuestras montañas desde
donde se aprovisionaban industrias de países como Alemania, las mismas montañas
que cobijaron a insignes larenses que fueron a Francia en búsqueda de
conocimientos y de las artes…
Don Eduardo Loeb inició una dinastía de cónsules
franceses radicados aquí en Barquisimeto; era hijo de don Isidoro Loeb, quien
fue el tutor de mi padre, el Dr. Epifanio Pérez Pérez, en París, Francia; quien,
cuando apenas tenía 21 años de edad, tuvo que ir al exilio a continuar con los
estudios de medicina iniciados en la Universidad Central, después de graduarse
de bachiller en el Colegio La Salle; posteriormente a sus presidios en la
cárcel La Rotunda, y en el castillo Libertador, de Puerto Cabello y, ante la
persecución despiadada por parte de los Chácharos del mal llamado Benemérito
Juan Vicente Gómez. Don Eduardo Loeb es el abuelo del Dr. Eduardo Loeb, actual
cónsul de Francia en Barquisimeto.
Son lazos históricos e indestructibles que nos unen
y unirán por siempre…
Fuentes:
Carlos Azcoytia, escritor, director y biógrafo de una revista digital,
historiacocina.com:
ARDAO, ALICIA. El café
y las ciudades en los Andes venezolanos. Caracas: Academia Nacional de la
Historia, 1984; CALATRABA, ALONSO, coord. Estudio integral de la agricultura
en Venezuela: cacao, café, caña de azúcar, tabaco. Caracas: Banco central
de Venezuela, [19_?]; CARVALLO, GASTÓN y JOSEFINA RÍOS DE HERNÁNDEZ. Temas
de la Venezuela agroexportadora. Entre otros.
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