TERTULIAS DE CAFÉ
¡ESPERANZA! Todo lo nuevo trae consigo una inquietud que
generalmente es esperanzadora. Tenemos
más futuro que pasado y, demostraremos que los venezolanos hemos sabido transformar los problemas,
adversidades y dificultades en fortalezas. Después de haber pasado por el
colonialismo, las guerras de Independencia, las guerras federales, montoneras,
dictaduras atroces y modernos autoritarismos, siempre hemos superado estas
situaciones; nos erguimos levantando la mirada al Sol, y con un grito
democrático hemos sido ejemplo mundial como tierra paridora de libertadores,
juristas, científicos, técnicos, poetas, escritores, artesanos, orfebres,
ebanistas, obreros, etc.
Antes de la aparición y desarrollo de la industria
petrolera, Venezuela, pagó la deuda externa con los ingresos provenientes de
las divisas de la exportación de café y de uno u derivado agropecuario. Así lo
admitió el dictador, Juan Vicente Gómez, mal llamado “El Benemérito” por sus
acólitos. “Éramos el primer país productor exportador de café del mundo por su
calidad y el segundo en cuanto a cantidad”. “Por ahora”, los venezolanos al
transformarnos en un país importador para cubrir el consumo interno, en
aproximadamente, un setenta por ciento
estamos tomando en taza china: café, leche y azúcar… ¡todos importados!
Los sepultureros de café están exterminando los cultivos de
una cereza que por su nobleza intrínseca ha marcado hitos internacionales en
los ámbitos: políticos, ecológicos, sociales, económicos, culturales, y
turísticos. Basta recordar el poco de dignidad conservada por otros dictadores de
países vecinos; como Getulio Vargas cuando la caída de precios del café en su
país, Brasil, a mediados del siglo XX, le condujo a la muerte. En su despedida,
escribió de puño y letra; palabras más, palabras menos: “Como no tengo más nada
que dar a mi país, le doy mi sangre” y… se suicidó.
Pero, así como la naturaleza es muy noble en su esencia y
siempre se transforma; tenemos fe en que los cafetales retoñaran y el aroma del
jazmín procedente de sus flores volverá a las montañas, dando trabajo honesto,
bienestar y prosperidad a las centenares de miles de familias que lo cultivan y,
dejaremos de ser el tubo de ensayo de lo que no se debe hacer… “Destruir el
aparato productivo de un país”.
Los caficultores venezolanos formamos parte de más de
cincuenta millones de familias que en el mundo lo cultivan; sin tomar en cuenta
aquellas que hacen de su modo de vida la comercialización, distribución,
almacenaje e industrialización; la elaboración y suministro de maquinarias e
insumos o, el turismo del café.
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